domingo, 6 de enero de 2013


Hacemos la plancha como si estuviéramos en el mar muerto.
Estamos rodeados de espuma y de sal. Flotamos.
Retrocedemos en el tiempo y estudiamos todo lo que pasó,
Hacemos un balance entre el debe y el haber.
La naturaleza nos debe las rosas de la poesía;
Le debemos un bosque de acres inmensos.

Termina el día y contamos las ovejas que saltan
el cerco que nos separa. Soñamos momentos
que no se dividen con las horas ni los días.
Arrastramos los miedos y exaltamos alegrías…

Si la alegría y la pena fueran de la razón,
ni Sócrates ni Jesús hubieran muerto en vano.
Ambas son del corazón, y ese músculo se acalambra
o se desgarra con el calor y la fricción,
sus pétalos se dejan caer y se descomponen
y se integran al polvo de la tierra.
Polvo serán, más polvo enamorado.


Como Eça[1] (La mariposa, la rosa y el cardo)[2]



Dormido en la arena, en la evanescencia del sudor tibio de la sal, te amé. Y soñé en la espuma de tu aliento y la sangre sonó en un solo tiempo; y te amé.
Y en el frío invierno gris de los ojos, del grito incesante de las aves, de los rumores que invaden el silencio, te amé. Te he amado.
Te escuché en el mar y dejé las conchas de las eras, en el eco de los acantilados.
Eras el sonido que se va moviendo por las montañas, cuando no hay nadie. Cuando no hay oyente. Te amé en lo absoluto, en lo universal, en la forma platónica.
Te amé en las teclas de los teclados, en las tejas de los tejados, en el aire del cielo; te amé, como el viento es del aire; te amé, en el agua del mar; y te amé, en la luz y en el ser, como Lucifer.
Te amé, te he amado, en las mariposas más que en las rosas, porque no había espinas. Te amé. Te he amado.
Ahora, como Eça, que cantó a Jesús llevándose una mano al pecho, para proteger tus iniciales, te amo. El que llama a la luna sol fulminado, Eça, el que ha amado, como él –amor con espinas- como las rosas, te amo, porque te amé en las mariposas.
Lo que se vuelve eterno puede ser etéreo, o disperso: Mañana será… aunque como metáfora tengamos que usar el cardo.



[1] Eça de Queiroz (1845 – 1900)
[2] Por favor, interprétese este poema de manera optimista. No se diga que no amo. El ser humano que no ama es como un fiambre, o un cuerpo embalsamado.