lunes, 13 de mayo de 2013







Con el placer con que se va doblando el caño cuando pasa por los rodillos,
como mi lengua cuando encuentra el camino de tus piernas;
el dolor del cuello duro después del parto,
como el olor de la tierra y la sangre.
Las quietas marcas en la piel de las manos que estrujan polvo.
Como los huesos que el mar, sal desparramada,
consigue cansadamente de las rocas.
Tu dulce punto en el labio y tu sonrisa.
Tu temor y tu cerrar de ojos.
Una costilla nos separa,
nos une lo que ama.
Entre eso y hueso
un centurión clavó la lanza.




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