Miramos la vida a través de los sueños y los sueños a
través de una mira. Y el sueño sobresale de nuestro cuerpo y es, tal como pueda
ser en el pasado, en el futuro. De hecho, el pasado también se sueña. Ayer caía
un granizo debastador. Todos los sueños se deforman hacia ella. Y el presente
deja de existir. Uno vive y baila del futuro y del pasado. El presente es un
agujero negro donde confluyen. Como la nada. Soñamos que fuimos grandes y que
fuimos chicos, y soñamos que seremos grandes o que seremos felices. Por eso los
sueños hacia el futuro son la alegría. Porque nadie sueña el futuro siendo
pequeño.
El cenicero de mármol
jueves, 20 de junio de 2013
domingo, 16 de junio de 2013
Le mot
El duende está gritando en su cabeza,
porque no sabe lo que hace. Y no sabe lo que quiere. Va doblando el cosmos, lo
tuerce, sin romperlo. Hay una euforia que no deja de llamar y solamente
mediante golpes continuos se va alejando. Golpear y golpear con ritmo. Como la
música, no con puños. Se duerme, está en el aire. Se encadena y aplasta como la
gravedad. Y es grave. Piensa tomar, piensa mover, piensa amar, piensa alejar. O
piensa estrujar su cuerpo, moler la piedra, aplastar algo. Como una descarga a
tierra, se va escurriendo la fuerza, golpeando las teclas, deshaciéndose del
barro, comiendo la manzana. La palabra tiene que salir para ser palabra. Si la
palabra no sale, el mar la engulle y las olas quedan secas, como de barro. La realidad
es una metáfora de la filosofía; la filosofía: dios.
A la alma de un sabio[i]
El deshielo en el aire, las piernas, los ojos que se
cierran, ver la otra vida. Si nos quitáran el aire. Si fueran más de lo que
somos. Si se fueran más de los que se fueron. Si no volvieran. Si los
olvidáramos por completo. Qué triste sería.
Pero si fuera homogéneo, si tuviéramos la gloria, el
éxito. ¿No sería la gloria del desprecio? Una especie de gloria religiosa y
sarcástica. También irónica, en tanto hueca, en tanto es lo contrario de lo que
dice, porque la alegría de vivir es máxima. Superior, sublime, alta,
subliminal, hiperbólica, biológica, desaforada, eufórica, peligrosa, muy
peligrosa. El adios al nomos.
En la antigua grecia se encontraron un filólogo y un
sofista. Ninguno de los dos abrió la boca. Un filósofo los ungía. Con el báculo
de Dionisos bateaba una piedra y la piedra caía en el lago. Se perdían en una
larga contemplación de la perfección del arco. En realidad, todos eran amigos
de la palabra, no hacía falta hablar.
La llegada de los bárbaros no sólo fue la de los
visigodos y demás en el imperio romano. Más todavía lo fue la irrupción de Roma
en el judaísmo ya helenizado. El contexto en donde nace el galileo fue una
especie de sumum filosófico, aunque atravesado por algo de recelo. El helenismo
respetó mucho más el culto judío y se nutrieron. El romano, avasalló y se
apoderó. El helenismo se fue desplazando poco a poco. Después, todo siguió
empeorando con el cristianismo. Bizancio los reunió a todos. Por suerte quedan
Platón y las escrituras, que nos hablan de historia.
La tradición en torno a Jesús es el camino. Hoy, no
tiene un solo seguidor.
En tiempos de Herodes Antipas, cuando Séforis era la
capital de Galilea, un griego hablaba a un grupo de constructores de esta
manera: si nos sacan la posibilidad de hacer estatuas, qué vamos a hacer de los
escultores. Llegó un hombre de Nazaret que tenía muchos seguidores y dijo:
hasta que no llegue Alub, dios va a seguir teniendo muchas caras.
Versículos horarios
Ayer a la noche pude
igual leer un poco del Jesús Histórico, de Theissen-Merz. Jesús dice que
parecen niños: les dieron jolgorio y se aburrieron, les dieron entierro y no se
lamentaron. Porque ahora dicen de Juan: no come ni bebe, y dicen que está endemoniado;
y dicen que como y bebo, para decir que soy borracho. Está en Mateo.
En realidad, estoy
tratando de recordar un sueño que apenas me levanté recordaba. Y otras cosas
como un pensamiento alubiano o una situación de un pasado que no existió.
Había pensado que
el padre le dice al niño que no puede dejarlo hacer lo que quiera sino hasta
que sea grande. Y que cuando sea grande no va a ser ni padre ni madre el que lo
impida sino él mismo. Que la libertad es muy relativa.
Jesús con los
herodianos. Jesús con los zebelotas.
¿Qé sería más
inspirado o divino? ¿Que hayan sido cuatro, o que uno sólo escribiera los
cuatro libros? Lo pienso a raiz de que me gustaría que los prodigios, en vez de
uno, sean cuatro. Que algunos pasajes se repiten y otros son propios de uno o
dos. Que los cuatro libros parezcan escritos por diferentes escritores, pero
con un estilo y una línea (o casi una) de mensaje. Tal como sucede con los
evangelios. ¿Hay ideal más alto para un escritor? Los personajes que entonces
crea no son los del texto, sino los que escriben el texto.
Ya termino, son las
6: 28
Sócrates
Estoy agostando,
como las viñas. Resurgiré en primavera y cada sarmiento dará su fruto, y la
gente festejará hasta emborracharse. Si es así, qué hay de malo en que la
metáfora esté tan trillada.
Las palabras no
sirven al hombre. No contienen el desapego de la realidad que necesita. Qué es
lo que necesitamos. Necesitamos olvidar que somos ínfimos, pensar que el final
es sublime, creer que la gloria eterna es nuestro destino. Mis palabras no
sirven a ese hombre. Pero algún día un hombre se servirá de ellas. La
resurrección es inevitable, como lo es todo cuando se ofrece la eternidad.
Ahora mis manos se
preocupan de forjar el bendito hierro y mi espíritu reconoce a Vulcano: la
chatarra habrá de salvarnos. Algún día, cuando todo parezca perdido en las
cómodas corrientes de la vanalidad, lo superficial, el mundo resurgirá de lo
que durante años fue considerado chatarra. Entonces, la creación, no el consumo
y la especulación, tomará su trono. Recién cuando el hombre retome a Sócrates
estará libre de toda verdad colectiva. Recién cuando comprenda como
Dostoievski, estará libre de todo prejuicio.
Que será del
progreso. El progreso aumentará su fuerza. Qué será del amor. El amor aumentará
su fuerza. Qué será de la justicia. La justicia será justicia. Pero ay de los
que quieren dominar, y ay de los que imponen, y ay de los prepotentes, porque
ellos nunca conocerán la esencia de la creación. Relegados, no encontrarán su
lugar en el mundo, como hoy no lo encuentran sus palabras. Ay de los orgullosos
y los vanidosos que no dan importancia a la creación sino que se dedican a
abusar de ella.
Ay de los
predicadores que definen a dios, ay de los que piensan que el que no piensa a
dios como lo piensa él es un ignorante, porque el porvenir se burlará de ellos
tal como se burla hoy del olimpo o de los mayas o de Odín. ¿Acaso no conocen la
condena de Sócrates? La expresión de dios es necesaria y natural al hombre. Lo
que nunca debe serlo es la condena o el desprecio del que no lo expresa con las
mismas herramientas.
lunes, 13 de mayo de 2013
Con el placer con que se va doblando el caño cuando
pasa por los rodillos,
como mi lengua cuando encuentra el camino de tus
piernas;
el dolor del cuello duro después del parto,
como el olor de la tierra y la sangre.
Las quietas marcas en la piel de las manos que
estrujan polvo.
Como los huesos que el mar, sal desparramada,
consigue cansadamente de las rocas.
Tu dulce punto en el labio y tu sonrisa.
Tu temor y tu cerrar de ojos.
Una costilla nos separa,
nos une lo que ama.
Entre eso y hueso
un centurión clavó la lanza.
miércoles, 1 de mayo de 2013
Alethes natura
Nadie, razón;
todos, algo. Nadie duda de la Inteligencia; Todos de que la usen para Algo.
Habría que seguir
usando metáforas, o hacer literatura. A nadie le gusta la verdad a secas.
A nadie el término
dictado. A nadie admitir que la afirmación es una.
Porque el debate no
quiere quedar infalible sino aleatorio, indefinido.
Dios tiene un
escalímetro para pasar del Uno en uno al Uno en infinito, al Todo; y al Uno en cero, la
Nada.
Taedium orbi
La expresión, la
mirada, es puro sentimiento;
lo demás es
relleno.
Si se fuera alguien
más,
¿cuántos quedarían?
El uno es el todo.
Si se va uno, el
todo se pierde.
No se trata de
cuánto tiene uno,
o cuanto tiene el
otro;
porque todos tienen
un todo que cambia.
Al final es Nada.
Cura te ipsum
Dijeron no entender
lo mío.
Yo les dije: Yo no
entiendo nada que sea mío.
O dije: nada de lo
que entiendo es mío.
Lo que poseo, no lo
sé.
Acaso si me dijeran,
yo podría saber,
pero, ¿quién podría
entender algo?
Vae soli, gritan.
Lo entiendo. Grito lo
mismo.
Porque tampoco
entiendo.
viernes, 26 de abril de 2013
Respiro
al Hospital Dr. Humberto
Notti
El aire viciado de pañales y la oscuridad de las
persianas y las cortinas.
El golpeteo desesperado de las bombas que inyectan agua
en un pie vendado.
El colchón de lona por donde se patinan las sábanas.
La luz vedada que remplazó al día.
Las camas de fríos caños y los tubos incandescentes.
Los juguetes vacíos que se van desinfectando a medida que
caen al suelo.
La remera siempre puesta y las piernas frías por donde
entra el suero.
El arrollo de sangre que corre al laboratorio.
La cara pálida falta de vitaminas.
La materia fecal que va mejorando.
Y desde allí, se vuelve a la vida.
En las manos hinchadas del que trabaja.
En el cuidado, el cariño, la atención, la ayuda.
De esas paredes y esos mismos tubos
de esa cama de caño y del suero,
de la revista de sala y de la enseñanza
del estado y de los impuestos
de la disciplina de las normas en
las enfermeras y los guardias.
De la limpieza, la cocina, la sala de juegos.
Respirando puro oxígeno del cielo
todo el sol va calentando el aire.
Todo tipo de aves van bailando la madrugada
Oigo el arrullo adormecido de las palomas.
Pareciera que la mañana siempre hubiera sido esta
porque Juampi vuelve a casa.
Quevedo, Drexler y el polvo que los une
Polvo serán, mas polvo enamorado,
dice Quevedo.
No dejaremos huellas,
sólo polvo de estrellas,
dice Drexler.
Y no hay una piedra en el mundo que valga lo que una vida.
La mirada abisal
La única
comunicación del alma es la mirada.
La palabra no
sirve.
No me explico lo
lindo que debe ser ser ciego.
Cuando sus ojos no
perdonan.
Y también lo feo,
cuando sus ojos
aman.
Las escrituras
Todo viene de lo
que se atormenta uno el cerebro.
La escritura es lo
único que libra de ese diablo.
Acaso por eso esta
escritura sea abstracta,
pero no podríamos
evitarlo.
domingo, 31 de marzo de 2013
La niebla
Hay niebla. Quedó la humedad del llanto. Espero que
hoy se termine el frente frío. No sé qué soñé. Un pueblo que era una familia.
Lleno de hermanos y hermanas que se miraban y se celaban. Dios piensa en lo
grande que se le hizo el mundo.
Jonás le dice: No podemos ni siquiera saber si la
meditación o la equitación hacen bien o si hacen mal. Porque hacen bien en
algunas cosas y mal en otras. A tal punto que la dualidad se hace una. Y lo uno
se hace dos. El bien y el mal son el todo; el todo, es el bien y el mal.
Alub se apoyó en el sauce para decir:
Si hablamos de todo, hablamos de todo. El más
sintético decir. Sin metáforas ni detalles innecesarios. Salvo uno: lo único
que no es parte del todo: la nada. Donde no es el bien, ni es el mal. Donde no
existe el todo, donde todo no existe.
Un título vale para aplicar a la nada: más allá del
bien y del mal.
Tratamos de buscar algo que nos contenga, y tendríamos
que hablar de algo que es ajeno, ni siquiera contenido, ni siquiera tocado.
Algo que no conocemos.
Deberíamos callar.
Vino Silva
Vino Silva a
arreglar el techo, el otro día. Le invité un café y nos sentamos. Hablaba de su
hijo. Que estaba rebelde. Que nada más quería lo mejor para él. Que fuera
albañil o plomero o electricista, lo que él quisiera, pero que un oficio no se
lo iba a quitar nadie. El hombre es de Chile. Separado de su mujer, vino a
Argentina. Para entonces era alcohólico. Juntó materiales de demolición, unas
maderas, unas chapas, y pasaba las noches en el barrio del cerro, La gloria. En
un momento dijo que no tenía ropa interior. Le pregunté si ya para entonces
trabajaba como techista y dijo que hacía trabajos para un hombre Gesel.
Trabajaba 15 días y después pasaba los otros quince del mes dado vuelta. Nunca
tomaba en su casa, se iba a lo de un amigo e invitaba. No tomaba en la calle ni
hacía vandalismo. Se le hinchaba la cara y el cuerpo y no sabía quién era. Puso
sus manos en la cabeza para expresar mejor el cerebro hinchado. Al otro día
tenía sed y apagaba todo con la botella. Le daba vergüenza que lo vieran. Pasó
días en prisión porque un día se equivocó de lugar y entró en otra casa. Los
dueños aseguraron que había venido a robar.
El día que se cayó
del techo, vio la luz. Su lengua no volvió a conocer el sabor del alcohol.
El profeta que no deja ver
Estuvo toda la mañana leyendo a
Milton, El paraíso perdido. Después
del almuerzo, estuvo leyendo a Milton. A la noche, seguía con Milton. Nunca
supo si fue dios o Milton el que le vino con lo de la profecía. Podría haber
sido cualquiera: ninguno tenía cara para él. Nunca había visto a dios, nunca
había visto un retrato de Milton.
Tampoco supo si soñaba o estaba
despierto. El aparecido citó a Arquíloco al empezar: “En la vida impera la
alternancia.” Estuvieron de acuerdo en que no existe lo absoluto ni las formas
platónicas.
Finalmente, el fantasma dijo que
ahora tenía que decidir entre los libros y el olvido, o la noche y la fama. Al
hombre se le empezaba a cerrar medio ojo. Pensó: la elección es conocida antes
por el cuerpo que por el verbo.
Con un poco de sorna o vanidad,
Borges dijo: La decisión ya fue tomada por Aquiles, no está en mí cambiarla. El
profeta dijo: Había que preguntar.
Ese año se agravó mucho la
ceguera. Era el 55 o el 56.
Más tarde, perdió la posibilidad
de leer; pero su memoria le enseñó a recordar.
En sus postrimeros años,
reconoció haber sido feliz; arrepentido de alguna vez haber dicho que no lo
había sido. Se volvió un poco insoportable con el tema de los tigres o los espejos,
pero se cumplió lo que había escrito: la noche y la fama.
Otra noción de la escritura
Nos ponemos muy sensibles. ¿Y? Y una parte de nosotros
se opone al depresivo: Un frizo, un budín de humo. El recelo en persona. El saciable
filo en la garganta. El frío nebuloso de la mirada. Ayer, conté los días. Me
cubrí de los pasados. Para que no me golpearan. En cuatro días, veré qué hago.
El que no ha dado todo no ha dado nada.
Es inevitablemente cierto que la literatura –la
nuestra- es una extraña forma de psicología. La realidad, se hace carne después
de las conversaciones, los pétalos. A veces, se trata del cigarrillo o del
mate; otras veces, mirar por la ventana. Formas en que la mirada pasa del
teclado a la mano, para recordarnos que también esta el mundo.
La mano que tiene que estrujarlo todo, incluso los
billetes. El mundo mucho más aburrido, pero mucho más real. El mundo externo cuya
responsabilidad el interno no tiene. La justicia divina es la más tenebrosa que
hay. En la tierra, se la reclama. En las sesiones, se trata de conocerla. Se la
increpa, se la cuestiona, se la amenaza, se la desafía.
Ya fue dicho que dios, o los dioses, están dentro de
cada uno. El que los visita demasiado es declarado sensible, o tarado. ¿Qué se
hace con los que no viven para afuera?, ¿por qué el hombre rescata una sola
parte de lo enseñado? Jesús podría haber sido carpintero; Sidharta, príncipe.
Sócrates, instructor. Está claro, por otra parte, que, en la deprimente e
innegable lógica de la vida, si todos fueran como Jesús, o como Sidharta, o
como Sócrates, el mundo sería un caos. Pero al menos festejaron la diversidad,
nunca la condenaron; mientras que ellos fueron condenados. El que no ha dado
todo no ha dado nada.
Algún día vamos a servir en la realidad. De alguna
manera lo hacemos cada día. Galileo siempre habrá dicho: eppur, si muove (sin embargo, se mueve). Con la condena, se
tuvieron que callar, y hablaron más que cualquiera. Jesús tuvo el nuevo
testamento; Sócrates, la obra completa de Platón. Aunque nunca vayamos a ser
Jesús, ni nunca vayamos a ser Sócrates, ¿por qué está mal la intención de
imitarlos? Galileo abjuró de sus teorías ante la inquisición. Nunca dejó de
pensarlas. Eligió escucharse a sí mismo, aún cuando nadie más lo escuchára. Es
hacer lo mismo. El que no ha dado todo no ha dado nada.
Una parte de la literatura debería entenderse según la
ley de los manifiestos. Un reflejo más fiel que encuadrarla en el órden de las reflexiones,
los relatos, los poemas. Algo que le sucedió a Borges, que en varias
oportunidades definió su literatura como notas, o como borradores. Éste, no
deja de ser un manifiesto: la literatura experimental, siendo uno mismo (por
tanto todos) el objeto de estudio. Pero, la razón de los manifiestos no es más
que la justificación de las características que ese objeto supone. Siempre, en
los juicios, hay interés, por más inconcebible que sea. De esa forma, uno crea.
Un poco como la voluntad según la quiso ver Shopenhauer. Una defensa de la
existencia del objeto, el hombre. La quiso ver. Y bastó. El que no ha dado todo
no ha dado nada.
El día de la bestia.
Madame de Staël dijo que la comprensión es el perdón. Dostoievski
podía justificar (comprender) a todos. Así, era capaz de perdonar a cualquiera.
¿No debería dios hacer lo mismo? Vamos a ver que el infierno no existe y que,
sin embargo, el cristiano de la Comedia se nutre.
La vida sigue siendo la misma bola de nieve que baja
de los alpes, y que nunca llega al llano, ni al noveno círculo de Dante, estancia de Virgilio, ni a la nada del paraíso. Todo es metáfora. Se puede
hablar desde el infierno como se puede ver hacia el cielo, o subir una escalera
y no bajar. ¿Siempre hay que ascender? ¡¿Por qué?! Algunos quieren bajar. Si
todo es metáfora, es porque todo aquello está en todos nosotros. Orfeo, Ulises,
Aquiles, Virgilio, Dante, Ciorán. Eneas y su padre. Lucrecio, Almafuerte. Edgar
Allan Poe. La metáfora del Buda es quizás más dramática, porque su infierno, su
lugar bajo, está en la tierra, y hay que elevarse.
En la Escritura, que parece anclada en la actualidad
después de un proceso de más de 3000 años, nadie baja al infierno. Ni Jesús ni
Salomón ni Job. Con el cristianismo de Dante –desde el siglo XIV- el infierno
pasa a ser una amenaza terrible, como el cielo recompensa inberbe (recordemos
aquí que la manzana es sabiduría y que las ovejas no hacen preguntas). Todo es
postrímero. Dios está muy lejos, se desgarra al bien y al mal de la vida. Hoy,
los que predican una fe se la pasan diciendo que dios está acá, en cada uno,
porque sienten y padecen su ausencia. Es como una negación patológica, como
decir que uno es cuerdo cuando es loco. Y todo viene del dolor de ese desgarro,
de la pérdida de dios que significa la religión católica. La religiosidad de
hoy tiene a dios tan lejano y ausente que un predicador del siglo XX como Alub,
imbuído de teosofía, terminó postulando que dios era la nada.
Los diabólicos como Ciorán que bajan al infierno no tienen
temor de dios ni del cielo. Porque es él y en él vive. A Ciorán le place beber
de lo bajo porque la suciedad no lo alcanza a dañar. Y no hace falta dañar a
alguien para conocer el Hades.
Satanás se hizo carne entre nosotros con Jesús. Dios
se había presentado a Abraham. Ya para entonces, se sabía mítica la serpiente
que dio la manzana. En el nuevo testamento, Satanás puede estar en un hombre y
meterse en una piara de cerdos. Antes de Jesús, lo que hoy se entiende por
castigo infernal era nada más que castigo de dios, ira divina, destrucción de
Sodoma, diluvio universal. La desafortunada cercanía y personificación del mal (siempre
hablando de las metáforas de turno) proviene de esta religiosidad que nos
aqueja, posterior al antiguo testamento. Es imposible de cambiarla, pero la
mística podría ser mucho más alegre o divertida, como tenían los griegos.
Solamente queremos dejar establecido que se puede ser
feliz echando ojeadas al mal, a lo bajo, al descenso, al fracaso; la tristeza:
Simplemente no lo haríamos si no nos causara felicidad hacerlo. Dante fue feliz
escribiendo el infierno y fue feliz Ciorán escribiendo desde él. Porque de esta
manera y solamente de esta manera se comprende que el infierno no existe y que
todo es bueno si uno lo quiere. Y que todos son perdonados, como quería
Dostoievski. Y que todos somos dios, no importa lo que hagamos, o la religión
que profesemos. Porque todo es una simple metáfora expresada en infinitas
formas.
El más puro maniqueísmo infiere solamente la
existencia del bien y del mal. Sin metáforas, no hacen falta otros nombres.
Shaw dijo que dios es un proceso, god is in the making. Kafka escribió un proceso según el cual el
juicio es un imposible, lo mismo que es imposible conocer lo que viene después,
en tanto no se puede entrar al castillo. El castillo es el conocimiento. La
metáfora viene de la Eneida: Virgilio entra a la cueva de la Sibila pero cada
vez que se abre la puerta el viento desordena todos los papeles. Spinoza estaba
tan confundido que queriendo demostrar a dios terminó demostrando la
imposibilidad de demostrar a dios. La cábala plantea que dios no tiene la más
pálida idea de quiénes somos. Marcos escribió que el que quiera salvar su vida
la perderá. Acaso Dante no quería salvarla sino quedarse con Homero y Lucano,
hablando para siempre de literatura. Acaso ese purgatorio fuera su verdadero
paraíso.
Dante imaginó o soñó la comedia para ver a dónde
colocaba a Beatriz y para determinar si iba a estar con ella o no. La encuentra
en el paraíso, pero no podrá estar con ella para siempre. ¿Esto es así? En
realidad, no sé, no leí la comedia. Pero estimo que si se llama comedia y se
llama divina es porque en el fondo, decir una verdad sobre lo que no se conoce
no es más que una ironía.
lunes, 11 de marzo de 2013
Detalles extradogmátizados y causales
Lo que uno del par no soluciona con
la razón, lo soluciona con el llanto;
mientras que la otra parte no
soluciona con el llanto
lo que tampoco soluciona con la
razón. Y viceversa.
Al final, nunca se soluciona algo.
En la balanza de la diosa justicia, a
veces,
un plato tiene el cerebro y el otro
el corazón,
y vienen a pesar exactamente lo
mismo.
Las cosas no tienen solución. Son como
la Biblia:
te digo pero no te digo, digo que hay
pero que no existe,
digo que muero pero que vivo; como el
yin y el yan.
Lo que es y no es, son la misma cosa.
La verdad es tan incierta como la
mentira.
La verdad no puede conocerse, en
cuanto su esencia
es poseer siempre a lo uno y a lo
opuesto.
Este es el gran dilema humano.
La perdición: que todo sea verdadero
y que a su vez nada lo sea.
Poder justificarse y al mismo tiempo
condenarse.
Conocerse y al mismo tiempo
ignorarse.
Creer en dios y al mismo tiempo tener
miedo a la muerte.
Es lo más insólito que podría
plantearse:
Tener fe en un dios absoluto,
perfecto; y temerle… o no tener fe.
De lo contrario, la muerte debería
ser la máxima alegría,
el máximo deseo.
“Que envidia, murió.”
Lo absurda que es la vida humana.
Y lo absurda que sería.
domingo, 10 de marzo de 2013
Principio de certidumbre
En realidad, es el principio de una
paradójica certidumbre, pero certidumbre. No nos consideramos sobresalientes en
nada, salvo en todo lo que hacemos, en tanto sobresalir en algo, sólo consiste
en disfrutarlo. Jamás se piense lo contrario, porque sería como decir que la
felicidad es secundaria. Borges también lo expresa, en otra forma, quizás no
siendo sincero: He cometido el peor de los pecados: no fui feliz. Ser feliz es
lo primero. Si dios es amor, el primer mandamiento no sería amarlo por sobre
todas las cosas, sino ser feliz. Sin duda, en algun manual de teología
significan la misma cosa, son sinónimos. Amar a dios es ser feliz, y ser feliz
es amar a dios. Es como decir: si no amas, no sos feliz; si sos feliz es porque
amás. Causa y consecuencia lógicas, pero no comprobables por la razón. O todo
es hipálage: el feliz principio: Sean felices en lo que hacen y no en lo que
tienen o ganan.
Se sabe que la felicidad está atada
al tiempo. La felicidad va y viene. Su ausencia es colmada por la angustia, o
la tristeza, o la infamia de ser una larva. No importa. Si con Buda y Alub
logramos perder el tiempo, deshacernos de él, la vida puede ser un sólo y
minúsculo instante eterno de pura felicidad, o de pura angustia; depende de
cada uno. No es que lo hayamos hecho, pero al menos lo intentamos. ¿Cómo? Sin preocuparnos
por el ayer, sin preocuparnos por el mañana. Convenciendo al alma de que el
tiempo no es fugaz, como dice Octavio Paz en su poesía de los chopos, sino
falaz, como dicen los números: cada instante es eterno porque ni la angustia ni
la felicidad tienen magnitud.
In sueño
Ayer no me podía dormir y pensaba
muchas cosas. Entre ellas, hacer un laberinto de planchuelas de hierro que se
pudiera colgar en la pared. Imaginé que el laberinto más complicado de sortear
no tiene paredes: es el inmenso desierto. Pensé en lo que dijo Borges: Bastan
dos espejos para construir un laberinto. Pensé una escalera que se va
agrandando y sube en círculos y termina en la nada. Pensé que podía escribir
una palabra para cada palabra de la Biblia y que así tendría el Otro libro.
Pensé que hoy a la mañana iba a escribir lo que pensaba. Pensé en lo que
siempre soñé: una hormiga que me aplasta. Imaginé que si Funes podía recordarlo
todo, entonces podría haber resuelto los enigmas del sueño. Pensé en un bosque.
Quizás era aquel inmenso bosque donde construí una casa, en una estancia del
moro, en Lobería. El barbudo que venía a visitarme tenía una sabiduría
desconocida. No puedo decir cuál era, estaba en sus ojos, en su agonía, pero
nunca me la dijo, nunca la ví, nunca pude descubrirla. Miraba el arrollo y
simplemente dejaba pasar el tiempo. Escuchaba el monte y sentía que por detrás
venía otro barbudo que era tenebroso como dios, la muerte y el mal. Sus ojos,
su barba, su tristeza, llegaban hasta él desde la oscuridad. El viento blandía
las copas, y hacía caer el golpe seco de una rama contra el suelo, ruido que lo
hacía girar y ver todo su odio, todo el horror de su ser en el abismo. Su
propio infierno. Yo construía una casa cuando no intentaba verlo, mirando el
arrollo. Cortaba los paraísos golpeando con el hacha. Hastiaba los huesos y las
intersecciones hasta que ardiera la carne, hasta que mi cuerpo pudiera
descansar en paz. Pensé que era necesaria la hoguera, para poder descansar,
para dejar caer el cuerpo, que impide soñar al alma. O volar.
Descubrí, en un sueño, que el tero es
el animal más representativo del costado siniestro del mal. No lo supe en ese
momento, ahora sí. Lo habrá intuído también algún egipcio. Agazapado en su mirada
atenta, siempre a punto de gritar, la mancha negra que le oculta la cara, su
manía de controlar absolutamente todo. Después, escuché una canción llamada
Bulgaria. La musica divergía entre mi cuello y me contorsionaba como la
calamidad. Me hundí los ojos con las palmas de mis manos. Traté de saber o ver
lo que estaba haciendo. No lo sabía. Creo que sólo escuchaba y dejaba que el
tiempo pase, como el agua en el arrollo que miraba el barbudo, igual que yo,
tratando de saber lo que él sabía. Luego, me dormía.
Una de las siete noches
Quieren vernos muertos. Hay una
energía contra la que hay que luchar.
Van dejando rastros de humo. No se
atreven a mirar.
El día que cerrando los ojos la
descubro, intenta desviar mi atención en la divinidad.
Se ha dicho que el mal es ausencia de
bien, y lo mismo valdría decir que el bien es ausencia de mal.
Yo dije una vez, en un cuento, hace
mucho tiempo: si dios es absolutamente perfecto y por ende absolutamente justo,
no podría evitar el libre albedrío. La vida es donde se nos da a conocer.
Después, en base a lo que se conoció, simplemente se decide entre el ser y la
nada. Se elije lo que nos parece belleza, lo que nos da alegría. Se elije la pasión
y se elije el bien.
Fue hace mucho tiempo, ahora no sé
qué tan de acuerdo estoy con esa teoría. Quizás ahora estoy más con la
literatura de Job, a quién dios le pregunta: ¿Qué tengo yo que ver con tus
males?
Los ascetas del hebrón alguna vez
pensaron que cuanto uno más indaga el mal, menos lo comete, y va ascendiendo en
su conocimiento en una forma similar a la del budismo.
Se dijo que atribuírle
responsabilidad a dios, es como atribuírle manos, cara, pies.
Uno se pregunta, en el llanto y en la
máxima angustia: ¿para qué nos sirve dios entonces?
Recémosle más bien a la alegría o a
la lluvia, al sol, a Venus o a Jesús, al yo, al hombre. Al prójimo, que es lo
mismo que el lejano.
Los griegos tenían muchos dioses. La
cábala según Borges –con algo de Ireneo y algo de Sholem- tiene una cantidad de
dioses que tiende al infinito. El más cercano posee una cantidad de divinidad
que tiende a cero. Es torpe, por así decirlo, y es nuestro creador.
Si dios es perfecto, y motor de todo,
realmente no tiene nada que ver con nosotros.
¿Por qué ya no creemos en dios?
Tanta imposibilidad, tanta incomprensión,
tanta ingenuidad que todo, absolutamente todo, hasta dios y yo, es una sóla y
misma cosa que lo quiere todo así. Usted lo quiere, yo lo quiero, dios lo
quiere. No hay opuestos. Hay una sola cosa. La voluntad de Shopenhauer, tal
vez; Berkeley, sin duda.
Por último, Borges cita a Bernard
Shaw, que habría estado más o menos de acuerdo con el budismo y la filosofía de
Hume: God is in the making. Dios se
está haciendo.
Salí de la sala lleno de escrupulos. El teatro Coliseo era terrible. Inundado de fantasmas que desperdigaba la memoria del
maestro. Arrastré los pasos hasta la escalera, vomité.
Noticia de San Luis
“Cada vez que considero
que me tengo que morir,
tiendo una capa en el suelo
y no me harto de dormir”.
Una vez me preguntaron: Por qué
Dostoievski. Recién hoy me doy cuenta por qué: amar al hombre como hombre, es
un dolor, porque el dolor está hecho de pena y de felicidad. La realidad es
constante alteración, por lo tanto, indefinible; y así todo, no se cansó de
narrarla. Dostoievski amó al hombre y murió por ellos en la escritura, Jesús
amó al hombre y murió por ellos en la cruz (según la escritura), yo amo al
hombre y quise morir por ellos en San Luis. Me llamo Israel. Así le llamaban a
Jacob, que no tiene absolutamente nada que ver conmigo. A lo sumo, deberían
haberme llamado Job, o Jeremías.
Al igual que Borges, en algún momento
de mi vida tuve insomnio. Creo que eso nos hace pensadores. Al parecer, él
siguió pensando hasta los ochenta y seis años. Yo ya no pienso. Y tengo
cuarenta y cuatro. Tampoco tengo insomnio. Pero cuando lo tuve, pensé, como
tantos otros, o quizás todos, lo que significa estar vivo cuando uno quiere
estar muerto, en tanto estar despierto es lo mismo que vivir, y estar muerto lo
mismo que dormir. Vivir despierto, dormir muerto. Palabras, palabras, dice
Hamlet a Polonio.
Releo los párrafos anteriores y
considero que son pasmosos y soñolientos, absurdos aún en la abstracción, pero
que quieren tener relación con lo que voy a contar, como asiento de sus
vínculos con la muerte, y con Guayaquil,
en El informe de Brodie, que así
empieza.
Al final, no pasó nada (absolutamente
nada, por eso lo cuento), pero de haber sucedido lo que buscaba, hubiera sido
lo más importante que me podría haber pasado. Quizás después del nacimiento.
El amigo Maleza fue quien me presentó
al doctor Mezcal. El doctor Mezcal fue el que me dijo que si iba a San Luis,
encontraría la muerte, que me buscaba allí; que si la encontraba… la
encontraría.
Poco importan las circunstancias,
pero si no las dijera, en vez de narrador sería historiador, como Avellanos.
Maleza era entonces cónsul en la
embajada de Irán. Viajaba seguido, por lo que no lo veía mucho, pero cuando nos
citábamos, lo hacíamos con suficiente
tiempo para conversar. Nos unía la política y, según mi título afama, soy
agregado cultural de la asociación hebrea argentina, si es que existe. Lo
conocí en un Congreso en la Universidad de Berkeley. Maleza fue quien me contó
–esto lo recordaría después de los hechos- la historia de Salomón y la muerte. No
pocas veces me consultaba acerca de la cábala judía. No me hace falta aclarar,
llegado a este punto, que el hombre no hacía caso al escepticismo o al
positivismo.
Sucedió que Mezcal nos encontró casualmente en el café Val de Siberia, calle Chile y República
de Siria (si es que se intersectan). Saludó a Maleza y luego Maleza nos
presentó. Apenas terminada la formalidad, largó la frase. “Si va a San Luis
encontrará la muerte.”
Luego quedó con Maleza para verse en
el transcurso del mes (agosto), saludó y se fue.
Creo que no pregunté nada porque no
tuve tiempo, pero quizás haya sido porque no había nada que preguntar.
No tenía compromisos en San Luis,
pero le pedí a un conocido que me dejara ir a pasar unos días a su campo, en
Nueva Galia. No creo que haga falta explicar el porqué. Además, no lo sé.
Quizás fuera para demostrar que mi orgullo era correcto. Estar en lo correcto
es siempre una cuestión de vida o muerte. Al menos me gusta pensar que era sólo
eso, probablemente para alejar de mí la idea de que la vida no valga la
pena.
Como dije al principio, en San Luis
no pasó absolutamente nada.
Al volver a Buenos Aires, encontré
una nota de Ricardo Maleza de viaje en Indochina. Lo llamé. Dijo: “¡Es muy
extraño, Israel!: Un hombre me frenó en la calle y me preguntó dónde estabas.
Pensé que lo mejor era no darle ninguna información, así que le dije: Por qué
me pregunta a mí, no lo conozco. El hombre dijo que todos éramos amigos del
doctor Mezcal. Se estaba yendo cuando dijo, sin mirarme: le siège est fait. La idea no cambiaría de forma.”
Hoy, no sé si Mezcal mintió para salvarme
o si en verdad buscaba que me quedara en Buenos Aires. Tampoco sé si se
equivocó. Ni siquiera sé si se trató todo de una mentira nefasta, confabulada
entre dos personas enfermas. Nunca indagué. De hecho, nunca más lo vi ni quise
verlo. Tampoco volví a ver a Ricardo Maleza. Me había sepultado.
Resonancias
No sé lo que esa palabra pueda llegar a significar; lo
de Mezcal me sonaba en la cabeza, pero también, por aquella época, tenía que
hacerme una resonancia. Evidentemente, no dejaba de preguntarme qué hubiera
pasado de haberme quedado en Buenos Aires en vez de haber ido a Nueva Galia.
Primera resonancia. Algo parecido le pasaba a Jesús en la cruz: ¿Qué hubiera pasado de mantenerme lejos de
Jerusalén? Antes o después de preguntarle a dios por qué lo había
abandonado, lo tiene que haber pensado. Así lo vió Scorsese, y no tiene menos
posibilidades de haber sido así que de cualquier otra forma (Jesús sabía que
iba a morir, la pregunta es demasiado retórica, es otra posibilidad igual de
viable). Porque está claro que lo del jardín con Magdalena es una imagen o una
serie de imágenes, de lo que podría haber imaginado el nazareno, ¡ya dejen de
decir que fue de Belén! Pero a la religión –al arte- no le importa un comino la
coherencia o la historia. A veces. No siempre. Hay casos, como la École
Biblique o la revista CBQ. La cosa es que si Jesús no subía la montaña, hubiera
muerto igual; al igual que yo, que fui a San Luis y voy a morir igual. Porque
hay una muerte para cada uno, y acecha. Pero si fuera así, me pregunto, ¿sería
tan impensablemente torpe? Entonces, no sabía si era todo una mentira y me
volcaba a la ciencia: La muerte es algo natural, o totalmente azaroso; Mezcal,
un salame. Por qué no lo buscaba y lo apuraba con dos o tres preguntas, que no
se necesita más para ser el padre Brown. No voy a admitir que tenía miedo, pero
admito que es probable: en la inconsciencia, siempre es posible disfrazar la
verdad: Si temía, no lo sabía.
Maleza conocía al señor Mezcal a raíz del mismo
interés, la muerte, o la mística que hacen algunos hombres de la muerte.
El cacique Icano
Ir a toda velocidad sobre el lomo del caballo, el viento y la tierra. En
el golpeteo y la dureza y las piernas afirmadas entre los cueros. El avestruz o
la liebre quiebran la carrera. Desde el indio, se dobla antes en el espacio,
queda el vientre. La lanza ya se balanceaba en su mano. La arroja. Le atraviesa
el cuerpo. El freno y el salto. Eso, contra estar sentado en una oficina e ir
al supermercado. ¡Cuánta adrenalina nos falta, por Alub, Hércules, y los Aucas!
domingo, 3 de marzo de 2013
Las rosas, la memoria.
the
fucking regrets.
(Magnolia)
Toda mi vida voy a estar arrepentido
de no haber conseguido un traje y de cancelar ese viaje, que era un casamiento.
Toda mi vida arrepentido de pensar y
pensar mientras ella me hacía masajes. El tiempo, valioso y también diáfano, se
fue con la mujer.
Toda mi vida voy a recordar a Betania,
que tenía algo de mamá.
Lo dijo Goethe, lo recuperé de
Borges: Lo cercano se aleja.
Toda mi vida voy a sufrir el recuerdo
de su aroma en mi hombro, mientras terminaba de pasar la noche.
Quizás haber sorteado una mariposa,
para que no se pusiera en mí.
Todas mujeres que imaginé
inalcanzables. Todas situaciones que ahora me parecen tan posibles, y ahora ya
no.
El sufrimiento, se sabe, es como el
agua, o el oxígeno.
Algún día tal vez me arrepienta de
arrepentirme ahora, ¿cómo puede uno perderse de amar a todas las mujeres? Amar.
Conocer a la mujer, a esa que duerme a tu lado. Eso que dice también Horacio.
Escritura debería significar: hacer a
un lado.
Liberar, como en el llanto.
¿Hace falta aclarar que se llora de
felicidad,
y que se llora de tristeza?
Una metáfora tan común como la cruz,
como el río,
como los ojos y las estrellas.
Dejar a un lado los remordimientos en
el olvido: los papeles.
Pasaje encontrado en callejón
Una paloma gorda pasaba por enfrente.
Venía a escuchar, no a leer.
Hizo una misma pregunta tres veces:
Soy el que bebe, después tritura, y
después vuelve a beber. Soy el que no camina, camina, y después deja de
caminar. Soy el que no es, el que es, y el que deja de ser.
Alub dijo el hombre, y la paloma dijo
que el hombre estaba bien, que lo dejára en paz. Después dijo: No sos más que
un condenado al silencio. Hablás, pero nadie te escucha. Lo sabés, pero no
podés dejar de hablar. No necesitas, pero suplicas.
Entonces, Alub predicó su propia
justificación: Las duras ideas que me viven; las que desatan y desordenan lo
que estaba unido y era una sola cosa, un solo sentimiento; el corazón que no es
comprensible a la mente, uno lo entiende y se lamenta, pero no se conoce; y
menos lo conocen los demás.
La paloma dijo: Sos aquel que aleja a
las personas de su lado. ¿Cómo las querés entonces cerca?
¿No es Alub el que insinúa que las
semillas de cicuta son el mezcal y el mezcal, las semillas de cicuta?
Pero Alub engañaba a todos. Y su
doctrina murió en la nada. Se engañó a sí mismo, en tanto no sabía. Fracasó, dijo
que era la nada, y nunca lo fue.
Alub mismo dijo: La paloma encuentra
al gusano y se va.
Y dijo: El éxito de Jesús fue su
fracaso.
Borges insinuó que Jesús no quería
comprometerse, que por eso predicaba con parábolas. También sucede en Alub. En
vez de parábolas, usó palabrería.
Unamuno y Alub
Hablando del sueño y del soñar, se
dijo que el ansia de sobrevivir, de un modo o de otro, ahoga el enervante goce
de vivir. En otras palabras, que la inmortalidad o la eternidad son anhelos que
entorpecen.
Pero los que dijeron que la mañana
salía para todo el mundo por igual, según Alub mismo predicaba, o había
predicado, usando y abusando del verbo (al igual que los hebreos y que la
epístola a los hebreos “el que sostiene
todo con su palabra poderosa”, Hb
1 3), tenían razón: el único y verdadero fracaso consiste en
quejarse.
Epístola a los hebreos
Dicha epístola da cuenta de la
importante diferencia entre un protocristianismo helénico judío –evaporado
lentamente-, contra otro que proviene del romano, que es posterior y que bebe,
por supuesto, del otro, pero que perduró. Hablamos de una epístola judeo
helenística, del cristianismo naciente. No se trata de una epístola escrita por
Pablo. La diferencia está en el arte, en la erudición, en la época en que, al
parecer, habría sido redactada. El estilo es más oratorio que los demás
escritos que se le atribuyen a Pablo.
Traduzco:
Wnnjkwndnwdwdjkwndwknknkndhdgdnjdnjwnddlnjndejkjndcnhyncngjndjnklw,lknjdndjdndjwndkwdwkdwdwdwjjhdnnnndkndnwknnndklnnnllldnn
jcjkjneekklknncdlkasmdlñkddhhandnakkdnkndknkndnhjkddkkkdn
A ellos hablaba Filón de Alejandría;
y también el ilustre Gustavo de Creta, cuando dijo: El vientre cayó sobre la espalda. El hijo llenaba el vientre y llenó la
espalda. El que no carga, no tendrá para
descargar; y se evaporará como la niebla de la mañana, el éter y el nirvana,
que significa desintegración. Ya está dicho que el que carga su espalda no
tiene vida, pero la tendrá.
Mt 5 5
El éxito de Jesús fue su fracaso
-¿no basta?, ¿no es suficiente?-.
Ahora, es mi entendimiento,
la ruta que seguimos, Fran,
la del fracaso.
¡Bienaventurado,
que no es posible el éxito!
La cruz
Ahora sí que tenían ganas de llorar.
¡¿Y hace cuánto que no las veían?! ¡¿Y hace cuánto que no eran capaces de verter
una sola lágrima?! Ya no serán personas que ríen y que vuelven a llorar. Eso es
lo difícil: no tener tristeza, no tener alegría. La repulsión que se vuelca en
los hombros. Metáforas tan sencillas y fáciles de repetir. ¿Cuántas veces se
cargaron la espalda con las dificultades y las penas y los remordimientos? Hay
metáforas tan comunes que dejan de ser metáforas.
A la una y cuatro los fideos
La máxima broma del
capitalismo contemporáneo es esta:
¡No ganás plata! –le dijeron a un vago.
Es cierto –respondió-, pero me rallo mi propio queso, y
saco las telas que forman las arañas.
Una vez estuve frente a un buda y le agradecí que me hiciera
creer bueno, o querer serlo.
Miré hacia los cipreses y pensé.
Observé lo que había creado y lo que podía crear.
Después, que venga el fracaso.
Y para equilibrar, pensé en la broma del capital.
Todos los caminos conducen a broma.
La vida no ha de ser más que una ironía.
Si imagino el fin, me imagino riendo,
como el consolado después del susto.
Lo único bueno es lo que no daña,
un camino que no tiene meta.
Cualquier otra convención es una herejía,
una patraña.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)