jueves, 20 de diciembre de 2012

Un BOrges




La vista que se tiene de lo bueno
y el oído que se aviene a lo malo:
La palabra que dice,
cuando no deja escuchar.
Ojalá BOrges, te conocieramos 
como te conoce el mar.
Y la tierra, y el árbol, y la planta y el pasto.
Como te conocen la letra y la tinta.
Y la textura de la página de un libro.

El paso del tero



Cada segundo de nuestra vida debería ser tan cauteloso como cada paso del tero.
Cada segundo debería ser el paso de un tero cuando busca comida. Parece como si oyera el movimiento de las lombrices.
Pero el temor debería ser dañar a alguien
No ser dañado.
Cómo me gustaría ser más bueno.
Dar cada segundo sin hacer daño. 

El equilibrista



El universo no es más que un estado. Cuerpos que siguen el mismo movimiento porque hay un equilibrio con otros cuerpos. Hay gravedad, pero no la misma que en la atmósfera donde estamos. Hay atracción. Y está la inercia, que quedó de otros estados; y esa inercia contrarresta la atracción de otros cuerpos, para mantener el equilibrio dinámico. Ahora, lo único que se podría llamar dios y posibilidad de existencia para nosotros, es el equilibrio. Con él nacimos; y sin él, morimos. Dios ya no está en el sol, o en el cielo, o en el universo, sino en el equilibrio. No se alteren; vean la historia: dios siempre fue mutando. Un hombre me dice que dios no es el equilibrio sino el equilibrista. Y que por eso hay un demonio que promueve el desequilibrio. Si el humano cree que la vida no es eterna, entonces afirma que dios es más débil que satanás, lo cual es pura sanata.

12-12-12



El 12-12-12 un doctor estaba en su oficina, tipo siete de la tarde, cuando se le apareció dios y le dijo que indagára todo lo que quisiera. El hombre preguntó: Quién es.
Dios dijo: Es el que es. Luego le volvió a ofrecer que hiciera preguntas.
El doctor, que era pietista, tenía miles de preguntas sobre el juicio, sobre la existencia, sobre el sentido, sobre las tres palabras que susurró Cristo al oído de Pedro.
Él mismo se las formulaba a diario.
Sin embargo, ahora lo tenía allí, disponible, abierto –majestuosa teofanía-, y no tenía nada que preguntar.
Dios dijo: ¿Nada más?
El doctor dijo: No, nada más.

Un lazarillo se queda ciego.



Lázaro, muy maltrecho por los tres días en la cueva, vino y le dijo a Jesús: “Tanto tiempo en la oscuridad que cualquier luz me deja ciego. Me gustaría que termines bien lo que empezaste mal.” Jesús le dijo: Otra encarnación de la nada. Acá tenés este bastón, que te sirva de lazarillo, que algún día, cada ciego va a tener su monaguillo.

Mi bautismo



Cuando era chico me encontró Farías, gran profesor de biología, que trabajaba también en el Conicet, o lo encontré yo, en el baño, o en el patio, y le dije que tenía un tremendo dolor de cabeza. Le pedí una cafiaspirina. Dijo que era mejor no tomar y, en el baño, me ayudó a poner la nuca debajo del chorro de agua. En parte y por un rato, se me pasó. El hombre me había bautizado. Una rara encarnación de Juan, pulcro, pelado, de guardapolvo blanco, que manipulaba con la voz mitocondrias y emisarios, como epígramatico de la resignación, en un pequeño Jordán, con cerámicos y luces de neón.

El instante





Ay. Cuánta mentira nos venimos comiendo hace tiempo. No por culpa de ellos sino nuestra. Por creer que puede haber algo cierto, un solo saber; por no captar que lo único que importa es el pero. ¡Ay, lo que significa el pero! Aún más que el qué. Pero…

*

El pero siniestro y errado que torna las preguntas y la vida en infinitos, borrando cualquier atisbo de objetivo. ¡¿Cómo puede uno perseguir un saber, sabiendo que los peros son infinitos?! Pero quizás no sean infinitos.

*

El pero interminable. Porque el pero es la respuesta obligada a la respuesta. Y la pregunta de la pregunta. Lo que se dispersa. O lo que es disperso. Como pedazos de existencia que se van perdiendo. Como pedazos que dejan de ser, de existir… ¡Cómo todo se va volando! El instante, entendido como presente: lo único que existe. A lo Horacio, a lo Hume según Borges, a lo Borges mismo; a lo Shopenhauer, Berkeley, Heráclito, Whitman, Alub.
Todos polisofistas, de polisofía. Todos diciendo “imagino”, a sabiendas de lo infinito de los peros. Todos buscando el saber como quién imagina el unicornio. 

*

Al tiempo hay que poseerlo. Alub dice de perderlo. No puede ser que el tiempo lo posea a uno, porque sólo existe el instante, el presente: si el que somos hoy, mañana no es, ¿por qué nos vemos hacia el futuro e imaginamos un pasado?
Pero sería raro que imaginemos un pasado con tantos hechos. Eso fue… aunque no sea con tanto ser como el presente. Por ello es también más lógico pensar que el futuro también es, con la misma vitalidad que el pasado: ambas tienen un fin: uno la muerte, la otra el momento previo a la unión del espermatozoide con el óvulo. El pasado, no tiene más ser que el futuro. Ninguno “es”, propiamente dicho, uno será y el otro fue, tiempos verbales, nombres paradójicos para el propio ser. Pero el presente, el instante tan diminuto como quieran imaginar, como una millonésima de milisegundo o, más fácil, un número periódico en el 0, es eterno, absoluto.

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El pasado y el futuro tienen una realidad que vive sólo en el presente: El recuerdo y la imaginación, la historia y la presunción. El presente debe vivirse recordando e imaginando. Además de ser algo inevitable, resulta necesario para la biología. Planificar es importante para que el instante sea agradable. Por eso hay que tratar de no imaginar desastres, ni recordarlos. Todo siempre depende de algo tan simple como el estado anímico del instante.

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El instante absoluto debe ser lo único importante para el pensamiento, para que entendamos el valor que tiene el pensamiento. Para poseer el tiempo y que no te posea. El tiempo tiene que ser como la música: Hermafrodita.



martes, 18 de diciembre de 2012


Son tantos los pecados, que el hombre tuvo que inventar un purgatorio –dilatado hasta la posibilidad de ser casi eterno-, donde el hombre expía todo lo que puede ser expiado. Tan grave es el arrepentimiento que padecemos, que el deseo de volver sobre los pasos provoca tanta ansiedad como el hecho de ser mortales.