miércoles, 29 de febrero de 2012

Sobre la línea existencial entre el lector, el texto, y el autor. Segunda trama.


Si hay alguien leyendo y cree que no estoy escribiendo yo,
entonces significa que  no puedo encontrar este archivo,
que no lo escribí yo.

Lo que podría haber dicho Jaspers

Habría puesto algo así, probablemente de mejor manera:
Porque aunque trate, no llega. Porque ya no sabe lo que es, ni lo que hace. Porque el filósofo se pasa las madrugadas tratando de dilucidar –mediante el pensamiento- la respuesta a la siguiente pregunta, que tal vez no tenga solución: ¿se puede pensar?
El escritor pierde el tiempo tratando de resolver –mediante la escritura- esta distrofia: ¿soy escritor, o tengo dislexia? ¿Soy solamente un verso, un engaño, un cuento? ¿Hay algo con las comas y otras cualidades gramaticales? ¿Tengo algo en el cerebro?
Porque, como Mozart, ya no saben lo que son, ni lo que hacen.
 

sábado, 18 de febrero de 2012

J. L. B.


Repasaba el tomo décimo de la Enciclopedia Británica. Las letras se tornaron borrosas y pensó que tenía sueño. Luego comprendería que, de tanto leer, había quedado ciego.
El hombre siempre tiende a buscarle explicaciones a todo. Imaginó conjuras de entidades desconocidas: tal vez un mago de Ukbar, un sueño de Chuang Tzu, la manía de los espejos, que ahora le estaban vedados. Se preguntó si lo seguirían reproduciendo.
La voluntad creadora, a la larga, siempre logra lo que persigue… aunque no sea real. Así, concluyó que el afán por los laberintos lo había conducido a dar con el más perfecto: sin paredes, sin senderos, solamente oscuridad. Y una única, singular, salida. Diga usted cuál.

lunes, 13 de febrero de 2012

Lo que importa es el continente


La forma no fue justa por buena.
Como en cada ámbito.
Los significados tenían que ser más.
Las posibilidades:
Como Cuánto mide el alma
Lo que sale en ese lugar de escritorio,
cenicero.
El máximo ejercicio de escribir.
Dicen:
Mens sana corpore sano.
Va.
Dicen que a la mente, como al cuerpo,
hay que ejercitarla.
Y sugieren fórmulas matemáticas.
Digo, al alma
-como al cuerpo y a la mente-
hay que ejercitarla.
Y me sugiero la escritura.

El contenido es lo de menos.

domingo, 12 de febrero de 2012

El tema de Freud


También está el tema de Sigmund Freud, quien se avino a la idea de pensar el inconsciente a raíz de un suceso que presenció de joven: Un señor llevaba a su hijo en una alforja; al galope lento. Lo narra él mismo en un papelito caído de su diario personal, que encontró alguien tirado y que conservó otro, descubierto hace muy poco:
“Yo estaba con el doctor Joseph Breuer, ambos bajo los efectos de la cocaína, que probábamos cada tanto para analizar un poco el potencial terapéutico de las drogas. Entonces, vimos pasar a un jinete y a su hijo –suponemos de un año o menos- que asomaba de la alforja. Y Joseph Breuer comentó: ¡Qué inconsciente!”
Así fue que S. Freud se puso a estudiar el inconsciente, no el del caballo, sino el del hombre. Del hombre en general, digo, tampoco el del jinete.
No sabemos si esta influencia trabajó en la mente de Freud de manera consciente o no. Él no dice nada más al respecto, solamente cuenta esa historia. Lo seguro es que un año más tarde de la fecha del acontecimiento –que figura en el diario- Freud da a entender sus primeras ideas con respecto a ese pantano lleno de flores extrañas, como yo lo llamo.

El gran Albert



Siempre recordaba que había escuchado de un amigo que Albert Einstein, “había llegado a la teoría de la relatividad no por la física ni las fórmulas matemáticas, sino porque había pasado mucho tiempo consumiendo opio y floripondios”. Según él, las drogas circulaban por el Politécnico de Zúrich vía Milán. Así, Albert Einstein se habría dado cuenta de que cuando fumaba, el tiempo pasaba más despacio, variaba, y a veces viajaba a su través. Un día se puso a dibujar números y letras y signos y determinó, con autoridad científica y por ende también relativa, que esos números corroboraban –y significaban- lo que decía: Que el tiempo es relativo”.
Nota: De allí, Campbell desarrolló su filosofía médica de que la teoría que dice que las plantas alucinógenas matan neuronas y por lo tanto a largo plazo hacen mal, es un invento para asustar, porque las grandes sectas que intentan ser rectoras del planeta tierra temen que los seres humanos corrientes alcancen pensamientos del nivel de la teoría de la relatividad. Temen no poder controlarlos. Campbell dice: ¿Cómo van a hacer mal las pobres plantas? Las plantas fueron hechas para el hombre y no el hombre para las plantas. Un agrónomo salió con el cuento de la cicuta u otras venenosas para decir que lo que decía era estúpido. Pero Campbell no se amedrentó y dijo que para Alub la cicuta era buena.
Mateo Escroto, bioquímico, conocido mío, demostró, a partir de Einstein pero con fórmulas químicas, que no sólo el tiempo sino también el volumen y el espacio son relativos. La tesis completa está en su libro: Contenido de los continentes. Como la teoría de la relatividad, que también es incomprensible, es fácil de entender si nos trasladamos a las vivencias que lo llevaron a desarrollar su teoría: Un tubo de pasta de dientes de, digamos, 200 c.c. queda casi vacío en una semana. Cuando a ese tubo ya casi no le queda nada, digamos, 20 c.c., dura un mes. ¿Cómo es posible que 180 c.c. duren una semana y 20 c.c. duren un mes siendo que siempre se le pone al cepillo la misma cantidad? Escroto dice que no hay exactitud verdadera en las medidas volumétricas sino que en ciertos estados termodinámicos la química funciona de manera elástica y los compuestos químicos se multiplican según nuestra voluntad genere que el contenido del continente se termine o no. Aunque al final de su libro Escroto dice que “igual todo es muy relativo porque el deseo no puede controlar la voluntad”, su teoría, según otros físicos que la estudiaron, podría llegar a perpetuar el contenido petrolífero y acuífero de la tierra mucho más de lo que se presume. Por supuesto, la mayoría dice que, en algún momento, la pasta de dientes se acaba. ¿Es cierto? Escroto dice que siempre es posible extraer un poco más… Y abusa de la fábula de Aquiles y la tortuga para demostrarlo.