viernes, 11 de mayo de 2012

el tiempo cuando todos duermen

Por eso llamamos a la verdad sólo hasta donde conocemos, sabiendo, sin embargo, que la verdad, es incognoscible, ¡y qué mejor sería decir que la verdad no existe más que para uno mismo! Y aún así, su existencia es tan mutable como las estaciones.
Si este axioma es considerado, aunque un poco confuso, como cierto, sería una pauta de que no puede existir una verdad que pueda ser compartida. Que sólo existe para uno. La verdad, como idiosincracia, es un abanico inmenso muy personal. Ahora bien, si usted comparte todo lo dicho, estaría abalando una verdad. Pero esa verdad ya es suya, no mía. Por eso, uno nunca puede verse involucrado con una verdad: no hay otro que la conozca puramente, sólo conocerá un esbozo lingüístico, musical o plástico. Y ese esbozo, al ser lo que percibe otro, forma parte del ser de ese otro. 
Pero el mundo está lleno de fariseos (En el sentido que le atribuyó Jesús. Personalmente, no conozco ningún fariseo. Hablo desde una verdad que, por no ser mía, no es verdad, aunque sí posibilidad de verdad en mí, porque al percibir eso, yo soy el hijo del hombre)

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