domingo, 6 de enero de 2013


Hacemos la plancha como si estuviéramos en el mar muerto.
Estamos rodeados de espuma y de sal. Flotamos.
Retrocedemos en el tiempo y estudiamos todo lo que pasó,
Hacemos un balance entre el debe y el haber.
La naturaleza nos debe las rosas de la poesía;
Le debemos un bosque de acres inmensos.

Termina el día y contamos las ovejas que saltan
el cerco que nos separa. Soñamos momentos
que no se dividen con las horas ni los días.
Arrastramos los miedos y exaltamos alegrías…

Si la alegría y la pena fueran de la razón,
ni Sócrates ni Jesús hubieran muerto en vano.
Ambas son del corazón, y ese músculo se acalambra
o se desgarra con el calor y la fricción,
sus pétalos se dejan caer y se descomponen
y se integran al polvo de la tierra.
Polvo serán, más polvo enamorado.


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