jueves, 20 de diciembre de 2012

El instante





Ay. Cuánta mentira nos venimos comiendo hace tiempo. No por culpa de ellos sino nuestra. Por creer que puede haber algo cierto, un solo saber; por no captar que lo único que importa es el pero. ¡Ay, lo que significa el pero! Aún más que el qué. Pero…

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El pero siniestro y errado que torna las preguntas y la vida en infinitos, borrando cualquier atisbo de objetivo. ¡¿Cómo puede uno perseguir un saber, sabiendo que los peros son infinitos?! Pero quizás no sean infinitos.

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El pero interminable. Porque el pero es la respuesta obligada a la respuesta. Y la pregunta de la pregunta. Lo que se dispersa. O lo que es disperso. Como pedazos de existencia que se van perdiendo. Como pedazos que dejan de ser, de existir… ¡Cómo todo se va volando! El instante, entendido como presente: lo único que existe. A lo Horacio, a lo Hume según Borges, a lo Borges mismo; a lo Shopenhauer, Berkeley, Heráclito, Whitman, Alub.
Todos polisofistas, de polisofía. Todos diciendo “imagino”, a sabiendas de lo infinito de los peros. Todos buscando el saber como quién imagina el unicornio. 

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Al tiempo hay que poseerlo. Alub dice de perderlo. No puede ser que el tiempo lo posea a uno, porque sólo existe el instante, el presente: si el que somos hoy, mañana no es, ¿por qué nos vemos hacia el futuro e imaginamos un pasado?
Pero sería raro que imaginemos un pasado con tantos hechos. Eso fue… aunque no sea con tanto ser como el presente. Por ello es también más lógico pensar que el futuro también es, con la misma vitalidad que el pasado: ambas tienen un fin: uno la muerte, la otra el momento previo a la unión del espermatozoide con el óvulo. El pasado, no tiene más ser que el futuro. Ninguno “es”, propiamente dicho, uno será y el otro fue, tiempos verbales, nombres paradójicos para el propio ser. Pero el presente, el instante tan diminuto como quieran imaginar, como una millonésima de milisegundo o, más fácil, un número periódico en el 0, es eterno, absoluto.

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El pasado y el futuro tienen una realidad que vive sólo en el presente: El recuerdo y la imaginación, la historia y la presunción. El presente debe vivirse recordando e imaginando. Además de ser algo inevitable, resulta necesario para la biología. Planificar es importante para que el instante sea agradable. Por eso hay que tratar de no imaginar desastres, ni recordarlos. Todo siempre depende de algo tan simple como el estado anímico del instante.

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El instante absoluto debe ser lo único importante para el pensamiento, para que entendamos el valor que tiene el pensamiento. Para poseer el tiempo y que no te posea. El tiempo tiene que ser como la música: Hermafrodita.



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