Lázaro, muy maltrecho por los tres días en la cueva, vino y le dijo a
Jesús: “Tanto tiempo en la oscuridad que cualquier luz me deja ciego. Me
gustaría que termines bien lo que empezaste mal.” Jesús le dijo: Otra
encarnación de la nada. Acá tenés este bastón, que te sirva de lazarillo, que
algún día, cada ciego va a tener su monaguillo.
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