jueves, 20 de diciembre de 2012

Mi bautismo



Cuando era chico me encontró Farías, gran profesor de biología, que trabajaba también en el Conicet, o lo encontré yo, en el baño, o en el patio, y le dije que tenía un tremendo dolor de cabeza. Le pedí una cafiaspirina. Dijo que era mejor no tomar y, en el baño, me ayudó a poner la nuca debajo del chorro de agua. En parte y por un rato, se me pasó. El hombre me había bautizado. Una rara encarnación de Juan, pulcro, pelado, de guardapolvo blanco, que manipulaba con la voz mitocondrias y emisarios, como epígramatico de la resignación, en un pequeño Jordán, con cerámicos y luces de neón.

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