domingo, 31 de marzo de 2013

Vino Silva



Vino Silva a arreglar el techo, el otro día. Le invité un café y nos sentamos. Hablaba de su hijo. Que estaba rebelde. Que nada más quería lo mejor para él. Que fuera albañil o plomero o electricista, lo que él quisiera, pero que un oficio no se lo iba a quitar nadie. El hombre es de Chile. Separado de su mujer, vino a Argentina. Para entonces era alcohólico. Juntó materiales de demolición, unas maderas, unas chapas, y pasaba las noches en el barrio del cerro, La gloria. En un momento dijo que no tenía ropa interior. Le pregunté si ya para entonces trabajaba como techista y dijo que hacía trabajos para un hombre Gesel. Trabajaba 15 días y después pasaba los otros quince del mes dado vuelta. Nunca tomaba en su casa, se iba a lo de un amigo e invitaba. No tomaba en la calle ni hacía vandalismo. Se le hinchaba la cara y el cuerpo y no sabía quién era. Puso sus manos en la cabeza para expresar mejor el cerebro hinchado. Al otro día tenía sed y apagaba todo con la botella. Le daba vergüenza que lo vieran. Pasó días en prisión porque un día se equivocó de lugar y entró en otra casa. Los dueños aseguraron que había venido a robar.
El día que se cayó del techo, vio la luz. Su lengua no volvió a conocer el sabor del alcohol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario